Monday, February 20, 2012

Texto de la Ley que acuerda la Autonomía Municipal de San Carlos











Proyecto de Ley que declara Autónoma a la Junta Local de San Carlos



El ocio en la sociedad Carolina (1873-1930)


Martha Pereira de Cuadrado, con la colaboración de Andrés Rodríguez Mata y José Pedro Luzardo


Hay quienes sostienen que la historia de una "partícula social" ilustra la historia de toda una nación. Aunque no sea ésta una teoría muy convincente, porque una nación no es la yuxtaposición de partículas sociales, es innegable que conocer los pedazos nos habilita para conocer el conjunto. Más allá de que toda colectividad local vaya creando su propia historia a través de las iniciativas de sus actores sociales, los hechos históricos no son independientes sino que están íntimamente relacionados con el acontecer nacional.
La sociedad local es un sistema de acción, en un territorio deter­minado, donde actúan individuos y grupos con capacidad real de ini­ciativa. Esta iniciativa produce o genera efectos de desarrollo, de for­ma que diversas iniciativas debidamente articuladas arriban a la con­creción de instituciones. La sociedad Carolina es generadora, como todo grupo humano, de una acumulación cultural, de sistemas de normas y valores que son la base de la identidad colectiva. La iden­tidad de los carolinos se ha afianzado en la superación de las dificul­tades, en las conquistas obtenidas, en el enfrentamiento de los distin­tos desafíos. A su vez, las sociedades locales necesitan estructurar y reconstruir su pasado. En esa dirección, lashistoriografías locales revelan conocimientos de la vida cotidiana que nos dan una mayor aproximación a la realidad humana. Conocer los orígenes de una sociedad local permite establecer nuevos diálogos con su pasado.
Hemos seleccionado un campo de investigación donde tiene ca­bida la memoria histórica de la colectividad local. El objeto de estudio abarca las distintas actividades realizadas por la sociedad Carolina durante su tiempo de ocio, en el período comprendido entre 1873 y 1930. Entendemos por ocio "el entretenimiento u ocupación reposa­da, en especial las obras de ingenio formadas en los ratos que dejan libres las ocupaciones principales" La delimitación temporal estable­cida tiene como punto de partida la creación de los clubes sociales. Si bien se aborda el ocio privado, el eje fundamental de este trabajo es el ocio institucionalizado. Entendemos que el disciplinamiento del ocio marcó una nueva "sensibilidad", el afianzamiento de sentimientos, conductas y valores diferentes. Nos situamos en el momento de con­solidación del Uruguay moderno, con una revaloración del campo y con la aplicación de los adelantos técnicos de la primera revolución industrial, como las máquinas a vapor y el ferrocarril. Nos enfrenta­mos también a una sociedad más claramente estratificada, donde se aprecian aún más las diferencias entre las clases sociales. El año 1930, por su parte, marcó un corte en la vida Carolina: la adquisición de la categoría de "ciudad" otorgó a la hasta entonces Villa de San Carlos un sitial de importancia a nivel departamental y nacional.
Pensamos que la relación de un pueblo con su tiempo libre pauta su nivel cultural, sus intereses, su creatividad lúdica, sus tradiciones. En este trabajo trataremos de apreciar lasensibilidad del pueblo carolino, la distribución de su tiempo libre, tanto en el medio urbano como en el rural, la diferenciación de las clases sociales, así como la jerarquización de las opciones. Estudiaremos el pasaje del ocio priva­do a otro más público o institucionalizado, como respuesta a la reali­dad de crecimiento de la sociedad, especialmente la urbana. Durantela época aquí abordada, se pasó de un ámbito familiar y afectivo a otro más amplio, donde se reglamentaba y pautaba el comportamien­to humano.

El ocio privado

Las prácticas de diversión más usuales durante la época de fun­dación de San Carlos fueron los bailes que se realizaban en casas de familia, las tertulias y las reuniones. El núcleo primario de habitantes estaba formado por pobladores de las Islas Azores y por colonos es­pañoles contratados, cuyo destino inicial había sido la Patagonia. Los referidos esparcimientos eran permitidos por el juez eclesiástico don Manuel de Amenedo Montenegro, rector de los destinos de este pueblo durante cuarenta y ocho años. Este cura prestaba un salón anexo a la Parroquia para que se realizaran los bailes llamados "fandangos", que eran una de las diversiones preferidas de los pobladores.
Los bailes constituyeron un evento indiscutido de reunión, que creaba cierta expectativa sobre todo en los más jóvenes. La ausencia de centros sociales o clubes hacía que aquellos se efectuaran en casas de familias debidamente acondicionadas. La sala se arreglaba con es­pejos y varias lámparas que permitían una buena iluminación, donde los asistentes pudieran apreciar los detalles de las vestimentas, así como los arreglos personales. Una comisión de recepción, prevista de ante­mano para tales menesteres, se ubicaba en la puerta de entrada para brindar honores a los recién llegados.5 Inicialmente, los instrumen­tos musicales más utilizados fueron el arpa, la guitarra y el clave. Durante el período romántico, el piano ocupó un lugar destacado. Dentro de las danzas más acostumbradas a mediados del siglo pasa­do, puede nombrarse las mazurcas, polcas, valses, chotis, cuadrillas, lanceros, pericón nacional y alguno que otro minué donde se lucían los más viejos. Los lanceros y las cuadrillas eran bailes gentiles que permitían tanto a hombres como a mujeres lucir, en la ceremonia de los saludos, de las visitas y los paseos, toda la gracia y el donaire de los que eran capaces.

Un baile recordado

Un baile memorable, al cual no podemos dejar hacer referencia, fue el realizado en la casa del coronel Leonardo Olivera con motivo de la visita a la Villa del presidente de la República Juan Francisco Giró en compañía del general Juan Antonio Lavalleja. La presencia del presidente y su comitiva respondía a la voluntad de conocer per­sonalmente las necesidades del país, comprobando una gran ausencia de trabajo agrícola y una importante disminución del ganado.
El baile se realizó en noviembre de 1852, estando Lavalleja y Giró hospedados en la casa de Olivera, amigo personal de ambos y ex jefe de División del ejército vencedor en Ituzaingó. La casa de Leonardo Olivera estaba ubicada en la acera este, con frente a la Plaza Principal (hoy Plaza Artigas), y en ella se reunieron las familias principales del departamento, políticos y amigos personales. La noticia de que se iba a realizar un gran baile trascendió por todo el pueblo, despertando curiosidad en sus habitantes, de forma que los que no estaban invita­dos se ubicaron en la plaza para no perderse ningún detalle.
A la entrada del zaguán que dividía en dos la casa, un grupo de jóvenes atendía a las familias que iban llegando. Más adentro, en el patio, debajo de un toldo adornado con plantas y escaños se encon­traba la guardia presidencial. Al lado de la sala de la derecha se había ambientado un pequeño salón destinado a Giró y Lavalleja, pudien-do desde allí presenciar la fiesta cómodamente. Poco después de las diez de la noche se dio por iniciado el baile, con la presencia del pri­mer magistrado y su comitiva, quienes fueron recibidos con una salva de aplausos. Luego de pasar revista al ejército, los visitantes tomaron ubicación en la salita que se les había destinado. El Himno Nacional precedió a la primera danza y fue escuchado de pie por toda la con­currencia.
El cronista Antonio Moreno Alvariza recibió toda esta informa­ción a través de su madre, que asistió a la fiesta acompañada por su madrina Doña Mariquita Cal de Gabirondo. La señora Alvariza de Moreno describió así al general Lavalleja: "Era de estatura regular, más bien bajo, delgado, larga cabellera, patillas a la española, mirada viva, conversador, amable, sonriente y hasta bromista. Su trato era de una sencillez encantadora; en el baile de Olivera estrechó las manos de to­das las personas que le fueron presentadas y para todas tuvo una fraseocurrente y delicada; en toda la noche no se le vio plegar los labios, por los que salían a torrentes las palabras y una risa franca y sonora, acti­tud ésta que contrastaba con el Presidente Giró, serio y parco en su conversación''.

Entretenimientos familiares

Antes de la aparición de los centros sociales, las familias carecían de lugares apropiados para reunirse por la noche. En distintas casas particulares se realizaban tertulias, que en su mayoría eran exclusivas para hombres. El doctor Jaime Garau era muy afecto a las tertulias, las cuales tenían lugar en su domicilio, en la calle de los Treinta y Tres y Valle del Aiguá, donde se llevaban a cabo sesiones de hipnotismo.
El historiador José Pedro Barran refiere a "barbarie" y "disciplinamiento" como dos períodos diferentes, apreciando en el primero una mayor convivencia entre los sexos que en la etapa posterior, más regimentada. Dentro del ámbito del ocio privado en la sociedad Carolina se aprecian espacios bien delimitados para el hombre y para la mujer. Las señoras no asistían a esas tertulias, pero disfrutaban del "rito de las visitas". Por lo general, aquellos hogares que ocupaban un status social importante disponían de una sala que daba una ima­gen acabada de la solvencia y hospitalidad de sus dueños. Con una "periodicidad aceptada", las familias intercambiaban visitas, especial­mente en las primeras horas de la noche.
Estas visitas estaban sujetas a una reciprocidad que era como una ley escrita. Han quedado hasta nuestros días formas expresivas tales como "no me pagó la visita" o "me debe la visita". Dichas reuniones eran amenas e informativas. En ella se intercambiaban obsequios, se consolidaban noviazgos y en muchos casos se concertaban negocios. Frecuentemente, como las noticias eran escasas, se caía en un silencio pesado y largo del cual era difícil salir. En esos momentos, la dueña de casa hábil aprovechaba la oportunidad para servir algún guindado de procedencia casera.
Recordando esas ocasiones del ocio en privado, el periodista Andrés Mata dice en una de sus vivencias:
"Ay! qué lejos mi feliz infancia Repleta de relatos y de historias, De costumbres de los viejos tiempos De visitas en la sala y de tertulias. La rueda ritual del mate dulce, La negrita chancleteando en la cocina el cuento susurrado con recelo Del desliz de la chica pueblerina".^

El ocio institucionalizado

La estructura tradicional del país criollo, sus formas de vida y sus sistemas de valores característicos se vieron modificados por la influencia de los grupos inmigrantes. Hacia 1860, la "modernización" del Uruguay se afianzaba, no como resultado de un proceso desarro­llado en su propio seno, sino como parte de la realidad de América Latina, originada en centros dedinamización europeos. Surgió así una sociedad más estratificada, donde las clases sociales estaban bien diferenciadas. En las sociedades locales —cuyos integrantes tenían en general un mismo origen— el poder económico era el factor determi­nante de la estratificación. Era evidente que la clase dirigente necesi­taba reglamentar las conductas sociales de los distintos grupos e ins­titucionalizar el ocio. Así, se tornó imprescindible la creación de centros sociales, formadores de "buenos hábitos", según el concepto de la época.

Formación de los centros sociales

A medida que se consolidaba la sociedad Carolina, se iban crean­do distintos centros sociales que pasaron a ser la sede de las reunio­nes. Cronistas de la época manifestaban que la ausencia de centros sociales conspiraba contra el espíritu de sociabilidad, desde el momen­to en que las familias no se reunían y la juventud perdía los "buenos hábitos" adquiridos, por falta de práctica. De esta forma se evidencia la importancia que se otorgaba a las instituciones como formadoras de hábitos y costumbres, en lo que a sociabilidad respecta.
El 26 de junio de 1873 se trató de dotar a San Carlos del primer centro social. Se fijó como capital de esta sociedad seis mil pesos en doscientas cuarenta acciones de veinticinco pesos cada una. Se ocupó para tales fines la casa y solares anexos que vendieron los herederos de don Vicente Cal. Éste había obtenido esos terrenos por concesión realizada por la Junta Económico Administrativa de Maldonado en 1855. Después de aprobados sus estatutos, quedó constituida la So­ciedad Progreso Carolino. El promotor o gestor de la idea fue OlindoAntonelli, oriundo de Italia, quien al casarse con una Carolina esta­bleció aquí su hogar. Antonelli formaba parte de los grupos inmigra­torios que llegaron a San Carlos y aportaron a esta sociedad local nuevas iniciativas de desarrollo.
La Sociedad contaba con un teatro, que comprendía un vasto salón techado de tejas, con cielorraso de madera y con dos grandes puertas en su peristilo. En el fondo había un modesto escenario al cual se as­cendía mediante unos pocos peldaños, y a ambos lados del proscenio estaban los dos camarines. Siendo muy escasas las compañías teatra­les que venían durante los inicios de este centro, se las reemplazaba por grupos de aficionados carolinos. En esta primera época no era "bien mirado" que las jóvenes actuaran sin ser artistas, de forma que la presencia femenina era sustituida por muchachos que se vestían y maquillaban para tales efectos.
El 12 de diciembre de 1875, un carolino residente en Maldona­do publicó en el diario El Departamento un suelto renegando de sus coterráneos porque no habían invitado a los fernandinos para una acti­vidad teatral realizada en la Sociedad Progreso Carolino.

Y así nació San Carlos



Carolinos Ilustres, Patriotas y Beneméritos
Carlos Seijo



Ceballos, apenas terminada su conquista de Río Grande, empezó a hacer envíos de un gran número de portugueses apresados durante dicha guerra, para fundar un nuevo pueblo, en el paraje, que según Bausá, aquél desde antes ya había tenido en vista.
     Ahora bien, como podrá verse en el apéndice 1, el primer convoy, al ser despachado el 27 de diciembre de 1763, teniendo que recorrer tan larga distancia para llegar a su destino, la ocupación oficial debió por fuerza haber tenido lugar en el mes y año siguiente: es decir, en enero de 1764.
     Este denominóse Maldonado chico, hasta que, cinco años después, se le instituyó patrono, siéndole bajo la advocación de San Carlos. Habiendo transcurrido 32 años, los vecinos declararon que hacía tiempo tenían "vivos deseos de hacer la elección del Santo Patrono"; y de ahí que resolvieron lo fuera su homónimo Borromeo 1
     Tal demanda les fué concedida por el vicario capitular y gobernador del obispado de Buenos Aires, el 8 de julio de 1800, y refrendada en seguida por el provisor y vicario capitular, Gervasio Antonio Posadas, Escribano del Rey y Notario MAyor de la curia eclesiástica Diocesana, Castrense, del obispado del Río de la Plata. 2
     En aquella extensa zona, con buenas tierras, agua y montes para hacer leña, dióse principio a la demarcación de plazas, calles, pastos comunes, propios y chacras; tal como era la usanza de entonces.
     El plano correspondiente al pueblo nuevo de San Carlos, se comprendía de 90 manzanas de cien varas "en cuadro", separadas por calles de a doce; y todo este conjunto circundado por cuatro avenidas de a veinticinco cada una.
     Mientras llevábase a cabo esa operación, es de suponer que después de tan largo viaje desde Río Grande, los futuros colonos seguirían viviendo en sus carretas, bajo eNramadas o refugios improvisados.
     Esto es, en espera de las tierras, el ganado, los útiles de labranza y las semillas, que se les repartiría para poderse establecer y dónde levantar sus precarias viviendas.
     Entre tanto, la boyada permanecería bien custodiada para destinarla en seguida a la roturación de las tierras labradías.
     "Por entonces se reunieron h.ta unascien familias... para la formación de este Pueblo; mas obtenido de allí a poco permiso de la piedad del Rey, se volvieron muchas a su Patria y finalmente se acabaron de reirar las otras en la última pérdida de Río Grande; de suerte que San Carlos en el día se halla casi despoblado. (Año 1784). Con todo conservan siempre algunos habitantes, en número quedó mas de 150 a 200 personas, entre Españoles y Portugueses... dirijidos asimismo de su Cura de almas en el gobierno Espiritual, y en el Militar y Político por una Capitan de Dragones". 3
     Aquella laboriosa colmena de labradores, y posteriormente de ganaderos, siguó en aumento, como se verá:

Según Bauzáen 1800 tenía400 habitantes,tal vez sin su jurisdicción
Según un padrónde 1810 tenía539 habitantes,tal vez sin su jurisdicción
Según un padrónde 1820 tenía1.763 habitantes,con su jurisdicción4
Según un padrónde 1826 tenía4.028 habitantes,con su jurisdicción
Según un padrónde 1836 tenía3.756 habitantes,con su jurisdicción 5
Según el censo oficialde 1908 tenía5.014 habitantes,con su jurisdicción
Hoy tendrá unos10.000 habitantes,tal vez sin su jurisdicción

     En fin, al correr del tiempo, sus progresos fueron grandes, y a los cietno sesenta y siete años de su fundación, es decir en marzo de 1930, fué incluida en la categoría de ciudad.



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     Contaba un viajero que el día 29 de octubre de 1806, cuando los ingleses asaltaron y saquearon a Maldonado, en ese entonces figuraba una portugués N. Cardoso, como comandante en San Carlos; cuyos habitantes aterrorizados, huyeron en su mayor parte dejando abandonadas sus casas y los pocos muebles que poseía, por temor que se hiciera otro tanto allí. Más no pasó de susto. Al día siguiente el nuevo gobierno establecido en la ciudad vecina le enviaba a Cardoso un oficio, haciéndole entender que tenía dos mil hombres para tomar el pueblo, si no daba la obediencia al Rey de la Gran Bretaña.
     Ante tal amenaza se le respondió enseguida que se acataría dicho mandato, pero pidiendo solamente se les permitiera el culto libre de su religión y que no se les perjudicara en modo alguno en la posesión de sus bienes ni familias.
     Al recibirse tan satisfactoria contestación escribieron elogiando al pueblo de San Carlos, el que tendría ante su rey la primera protección y la concesión de cuanto se le pedía.
     Habiéndse tranquilizado los ánimos, la población ya empezaba a regresar a sus hogares, cuando hete aquí que al otro día a la hora de la siesta, se presenta una columna de infantería (200 hombres) armadas, con dos piezas de campaña, sus tambores y el pabellón inglés.
     Cardoso entrególe su bastón de mando al que hacía de jefe y después de pasearse la tropa por todos lados, le fué devuelto con la indicación de que continuase en su puesto bajo las órdenes del general en jefe establecido en Maldonado. Al regresar de inmediato, lleváronse algunas vacas y caballos mansos que pidieron de favor.
     Transcurridos tres días, aquél mismo pedía que los vecinos de San Carlos les llevaran trigo, harina y ganados que serían pagados a justo precio, pero que si no loa hacían así, se les obligaría por la fuerza.
     Cuenta Bauzá que solamente Sobremonte, al ser informado del asalto, de acuerdo con Ruiz Huidobro, organizaron un cuerpo de tropas al mando del teniente de fragata don Agustín Abreu, quien tenían la intención de batirles si les encontraba en número compatibles...
     Se sabía la escasez de víveres sentida en el campo inglés y sospechábase de que se aventurasen del país en busca de ellos. En efecto, un destacamento de 1.000 infantes y 200 hombres de caballería habían salido días atrás de Maldonado con rumbo al Sauce. No hallando en aquella dirección todo lo que deseaban, enderezaron sus marchas hacia el pueblo de San Carlos, y al que también se encaminaban las tropas del pais encumplimiento de su misión. Estas consistían en 100 dragones, 100 voluntarios de la frontera de Córdoba, un escuadrón de voluntarios de Montevideo y 85 más capitaeados por Bernardo Súarez que se les incorporaron en el camino.
     El 6 de noviembre presentóse Abreu a inmediaciones de San Carlos (en la loma de Ortiz), donde el enemigo esperó el ataque poniendo su caballería a vanguardia.
     Abreu destrozó a ésta, y precipitándose sobre la infantería que la apoyaba, el combate se trabó a la bayoneta entre los voluntarios de a pie y los ingleses.
     En lo más reñido de la pelea cayó mortalmente herido Abreu 6y el capitán de dragones José Martínez al tomar el mando como segundo jefe, corrió igual suerte.
     Entonces la fuerza expedicionaria tocó retirada, haciendo lo mismo los invasores, que fueron a encerrarse dentro de la ciudad de Maldonado.
     En reemplazo de Abreu y Martínez fue investido con el mando de la pequeña división, el teniente coronel José Moreno , quien inmediatamente puso por obra el sitiar la plaza donde hallábase Popham con todas sus fuerzas.
     La viuda de Abreu, Margarita Viana , mandó transportar a Montevideo el cadáver de su esposo, al que con todos los honores se le dio sepultura en la iglesia de San Francisco, (la antigua y que hoy no existe).
     Más tarde, cuando sobrevino el período de la independencia, "sin desmentir su fama, los carolinos a la par de los fernandinos, como buenos patriotas supieron luchar con heroísmo en aquellas jornadas redentoras, distinguiéndose siempre por su arrojo y valentía". 7
     "La fuerza de la ola revolucionaria debía empujar la milicia de Manuel Francisco Artigas, compuesta de fieros montaraces de los valles de Maldonado y de la sierra de las Animas, hasta las zonas de setentrión y hasta el trópico, envuelta en un torbellino de fuego y de gloria". 8


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     Tales manifestaciones de fervor patriótico eran tan unánimes, que en cuanto se tuvo conocimiento en San Carlos, del triunfo de la batalla del Sarandi, el doctor Francisco Martínez, le escribía al capitán general Juan Antonio Lavalleja: "En el instante que fue comunicado a este Pueblo entusiasmado la nota oficial que V.E. se dignó mandarme, es increíble la emoción de júbilo y alegría que respiró en el corazón de estos fieles habitantes; todo eran vivas y aclamaciones a nuestro Libertador, y a sus beneméritos guerreros, afectos del más acendrado patriotismo".
     Ya un mes antes habíase contribuido con una cantidad de vestuarios "que el entusiasmado vecindario de San Carlos ha donado a los soldados de la Patria". 9
     Su mismo vecindario, cuando se firmó la paz con el Brasil en octubre de 1828, llevó también a cabo grandes festejos, con repiques cada media hora e iluminación durante tres noches consecutivas.
     Otra gloria conquistó San Carlos, no por armas de Marte, pero si por encanto de sus hijas; pues las carolinas han figurado en gran número como ejemplos típicos de belleza 10. Entre ellas, las Pagola, Macció, Alvarez 11, Sosa, Bustamante, Martínez, Núñez, Fajardo, Silva, Gutierrez, Olivera, etc., etc. ¿Ese refinamiento, no se debería a la teoría aquella que establece que cuanto más crúzanse las razas, más se perfeccionan las especies?
     De ahí, tal vez, el excelente resultado de la amalgama formada por portugueses, argentinos, españoles de las Canarias, la Coruña, el Ferrol, Cataluñas, de los obispados de Oviedo, Orense, Tuy, Lugo, Astorga, Salamanca y algunos paraguayos, chilenos, franceses e ingleses; tal como se detalla en diversos padrones y en los libros parroquiales desde primitivas épocas.
     Cuando el coronel Venancio Flores dispuso en 1846, el inmediato, ataque a la villa de San Carlos, "los expedicionarios iban tan seguros del éxito, que los más presumidos jefes y oficiales se proveyeron, en Maldonado, de calzado y trajes de baile, pues deseaban celebrar el triunfo bailando esa noche con las carolinas" 12. Aunque impelidos por bélicos y amorosos entusiasmos, no lograron llevar a la práctica ninguno de esos dos números del programa.
     Carlos Heraclio Fajardo, en el año 1855 contaba: "luego que entráis (en San Carlos) por sus calles rectas y aseadas, sentís el aura impregnada por el perfume de las flores de sus jardines, notáis una animación inesperada, y véis en las ventanas o de paseo - si llegáis en una tarde de verano - hermosas y graciosísimas mujeres de cabello y ojos negros, de tez sedosa y lozana, de lindísima boca, de pie y manos breves... Se os dirá que luego que hayáis puesto el pie en el dintel de una puerta, os sale a recibir la amabilidad con la mano del agasajo; que os sentáis en vuestra casa; que la dulce franqueza y honesta familiaridad no demoran en establecerse..., y que una amena conversación os deja edificado de la fina sociabilidad que no habéis creido hallar en un pueblo de campaña de un país tan nuevo.
     Esto pasaba en las épocas risueñas de que San Carlos ha gozado; cuando caravanas de diez, veinte y hasta treinta gallardos jóvenes se dirigían de la capital y otros pueblos a aquella villa, -- ya con motivo de las carnestolendas, ya con el día del Santo Patrono, -- arrastrados por la reputación de que gozaba en toda la República el pueblo de las "Carolinas".

Notas al Pie


(1) Según el inventario del año 1804 existente en el archivo parroquial, consistía en: "Una imagen de San Carlos de Estofado con su rostro y manos de madera pintados, ojos de cristal y una cruz en la mano izquierda". Cuenta el señor Jacinto M. Alvariza, que el traje cardenalicio de terciopelo, con guarniciones plateadas, quedó pulverizado por los años después de 1888 probablemente, y sustituido por otro que él mismo compró en París.(2) Junta para la elección de Patrono. En la Villa de San Carlos a 29 de Junio de 1800 Don Miguel Herrera, Capitan de Milicias de la Compania del Partido de Rocha y Alcalde de la Santa Hermandad de dicha Villa, y en jurisdicción con los demás vecinos de ella juntos y congregados todos en concilio abierto, han hecho por votos secretos la elección y nombramiento del Santo PAtrono de la referida Villa y Jurisdicción, en el S.r San Carlos Borromeo, por particular devoción y afecto que tienen al Santo, para que sea su abogado protector defensor y mediador en las súplicas que puedan, y deban hacer a Dios por medio del Santo Patrono; teniendo por causas suficientes de esta elección las que han estimulado su devoción, y las mercedes que han obtenido varios vecinos..., se obligan todos los vecinos de la Villa y su jurisdicción a guardar su día de fiesta de ambos preceptos, y a venerarlo como tal Santo Patrono al S.n San Carlos Borromeo. En testimonio de lo cual lo firmo y autoriza al S.r Alcalde de la Santa Hermandad, con algunos de los vecinos que saben firmar.

Miguel Herrera
José Rada
José Ant. Tavares
Manuel Araujo Viera
Antonio Correa
Blas Vidal
Miguel Malo
José Dávila Bernal
Mateo Colinas
Juan Santos
José Costa
José Luelmo
Quintiliano Teyxera
José Lozada
Diego Moreno
José Ferreiro
(Archivo Parroquial)
(3) Diario de la 2ª partida demarcadora de límites, por Diego de Alvear. 1783-1791.
(4) Partidos 11. Poblaciones 260. Hombres 953. Mujeres 810. Esclavos 120 Agregados y peones 63. Total de Habitantes 1763. Villa de San Carlos Agosto 9 de 1820.
(5) Esa disminución que se nota, comparada con la del censo anterior, debía radicar, en que habiéndose pasado por un período de tantas luchas, de aquel numeroso contingente de voluntarios carolinos, muchos perecieron y una gran parte permanecería aún en servicio o expatriados.
(6)
" Abreu clama: "Soldados, el destino
Nuestros votos cumplió, no sea en vano
La estima con que el pueblo nos pondera:
Sus hogares, sus hijos, sus altares
A nuestro acero fía;
Los que allí veís, forzaron nuestros lares;
No quede impune tanta demasía:
La Patria gime y el deber nos llama;
La muerte es vida, si la vida infama". 

Fragmento del poema que le dedicó a Abreu, su amigo José Pedro de Oliver, con motivo de su gloriosa muerte.
(Biblioteca del "Comercio del Plata", vol. X, pág.179)(7) "Como prueba de la participación activa que la brigada de Leonardo Olivera tuvi en Ituzaingó, está hecho de que fue la división del ejército que tuvo más bajas... lo que demuestra también que los criollos de Maldonado no mezquinaban su sangre cuando se trataba de defender la Patria".
Julian O. Miranda. - Maldonado Antiguo
(8) Ismael, por Eduardo Acevedo Díaz.
(9) Oficio del 26 de setiembre de 1825, de Antonio Mancebo, Francisco Martínez y Pedro Alcántara Jiménez, al general Lavalleja, pidiéndole se sirviera aceptar dicha donación.
Papeles de Lavalleja - Arch. Gral. De la Nación

(10) "Ninguna población podrá lisonjearse de tener, como San Carlos, un número tan crecido, como tiene, de jóvenes bellísimas".
Diario de la Guerra de Brasil, por José Brito del Pino, de agosto de 1825 hasta enero de 1828, pag. 391

(11) Una de ellas se casó allí, en agosto de 1830, con Andrés Spickerman, uno de los 33; y otra distinguida dama carolina, anteriormente en 1827, con el general José María Reyes, cuando éste tenía el grado de Mayor.
(12) Julian O. Miranda. Maldonado Antiguo.

Los Trigales de San Carlos




Como recogida en la ladera de una pequeña cuchilla y reflejándose en las aguas del arroyo, todavía Maldonado Chico, hay un pequeño caserío de reciente fundación denominado oficial y pomposamente villa de San Carlos.
Se lo llama también Pueblo Nuevo, nombre que evidentemente evoca al centro irradiante, San Femando de Maldonado, como puesto militar y primera fundación en el Este, donde más tarde radicaría la máxima autoridad de la región.
Estamos por el año 1770. Azorianos, casi en su totalidad, son sus habitantes; isleños, dicen las comunicaciones oficiales de la época.
En la dilatada campiña del Este, la villa es, espiritualmen-te, un retraer de hombres que, una vez asentados, significan un'avance en la lucha de fronteras. La clara y sagaz visión política de Cevallos se encargará de poner la historia en evidencia.
Aportan los azorianos su especial vocación de agricultores, que la región reafirma y se impulsa oficialmente cuando Cevallos les envía semillas de trigo para la siembra. El comandante de la villa, Femando Cossio, acusa su recibo con fecha 19 de mayo de 1764.
Sin embargo, Maldonado teme, o aparenta temer, el origen no español de la mayoría de los habitantes de la nueva población.
Estos dos hechos, en apariencia diversos, se enlazan íntimamente en el correr_de la historia, influyéndose recíprocamente, y muestran un proceso que, si no es único en la América española, lleva la marca de particulares circunstancias.
Mientras Maldonado necesitará el aporte de los colonos pobladores del ochenta para adquirir sentido orgánico definido, San Carlos aparece desde el primer instante como población de paz y de trabajo, extraña a toda actividad militar positiva. Surge ello claramente de las instrucciones dadas por su fundador, don Pedro de Cevallos, a Lucas Infante, comandante militar de Maldonado.
Al entregar los pobladores sus afanes a la tierra, ésta se los devuelve transformados en afamados y hermosísimos trigales. Habrá también, desde luego, años menos prósperos. La cosecha de 1770 es tan escasa que no llegan a recoger la cantidad que habían sembrado.
Este detalle, nimio al parecer, tiene enorme importancia para la historia de toda la región.
San Carlos vive de la tierra; por ella prospera, es centro económico que atrae y a su vez refluye, reflejándose en la vida de los territorios comarcanos.
Sus habitantes comienzan a vivir con holgura; pequeños detalles de sus viejos papeles nos lo revelan. Hoy puede ser la descripción de los ornamentos que su templo ha perdido al incendiarse el altar mayor, por el año 1767: imágenes, cruz de Jacaranda, manteles con anchos encajes, un frontal de damasco blanco con cenefa encarnada, otro color carmesí con jalón de plata, entre muchos otros objetos sagrados. Mañana será un documento por el que nos enterarnos de que familias de Maldonado adquieren efectos en los comercios de la villa. - .
Luego nos lo dirá el interesante inventario de las existencias de un negocio que, para dicha de hombres posteriores, ha detallado toda la mercadería. Las hay variadísimas y apreciamos cómo unas satisfacen necesidades primarias mientras otras son índice de un vivir más refinado y que se provee a toda una región, amplia y de múltiples exigencias.
San Carlos tiene sus trigales y a sus vecinos, ya por 1770, los llaman estancieros. Por orden del gobernador de Buenos Aires de octubre de 1767 debe vender obligatoriamente el trigo sobrante al Río Grande; ha de abastecer, pues, a las guarniciones del rey de España.
Los gobernadores procuran favorecer a los vecinos de este pueblo nuevo cortando la competencia que pudieran hacerle desde Montevideo y Buenos Aires, que son puertos libres, con órdenes al comandante militar de Río Grande para que en igualdad de condiciones compre el trigo de la villa.
También será el trigo carolino el que en 1769 traerá el primer conflicto oficial entre San Carlos y Maldonado.
El comandante militar, don Bartolomé Ferro, es acusado por el vecindario de la villa, que textualmente expresa:
Que en e! año pasado nos atropello el Señor Comandante quien por fuerza y con tropa nos sacó todos los granos de nuestras casas no quedando lugar oculto en nuestros ranchos a donde no se hiciera registrar (hasta debajo de la cama) y almacenando en el Cuartel de tropas sin medida ni pagarlo, de donde no se supo qué camino cogió lo que se quitó con tanto rigor.
El acusado toma providencias efectivas: embarga bienes, detiene y lleva presos a la isla a los presuntos autores y acusa al cura de la villa de ser el principal instigador.
Se levanta un sumado: los vecinos se retractan manifestando que por engaño se les ha hecho firmar, y el comandante pide se aleje a fray Crisóstomo Fernández porque tiene el conocimiento de que:
Para la tranquilidad de dicha Villa conviene que el citado religioso sea relévádo porque estoy bien asegurado es siempre el instrumento para que los vecinos fulminen quejas contra los Comandantes que habido puestos por V. E. así en aquel Pueblo como en este Cuartel y encuentro sólo éste medio para que los dos Pueblos se mantengan en paz; espero merecer el favor que a V. E. merezco esta gracia que tanto agradezco quedándome con todos los instrumentos que aclaran esta verdad que dejo de remitir por no cansar a V. E. y por si en adelante intentan levantarme otro testimonio.
Según se aprecia, ambos contendientes —vecindario de San Carlos y comandante de Maldonado— son rotundos en el planteamiento del problema y de las medidas trascendentes que esperan se decreten.
Esto se decía en agosto de 1769. Hay algunas expresiones llenas de sugerencias: «para que los pueblos se mantengan en paz» o «por si en adelante intentan levantar otro testimonio».
La verdad es que San Carlos, a los seis años de su nacimiento, quería escapar a la autoridad absorbente del comandante político-militar de Maldonado y agrupaba sus fuerzas vivas en torno del comerciante y estanciero José Fernández de Sosa, intérprete y representante de los intereses económicos de la villa, y de su sacerdote, quien tenía el prestigio y la independencia de su función espiritual.

Apuntes para la Historia del Gobierno Local Autónomo de San Carlos de 1763 a 1830


Por Mathias Prieto
1949

Explicación previa

Estos breves apuntes para la historia de los órganos de gobierno local de la villa (hoy ciudad) de San Carlos (Uruguay) y su lucha por la autonomía desde 1763, fueron preparados como contribución para los antecedentes que habrían de integrar un apartado o capítulo de la exposición de motivos que acompañaría al proyecto de ley de reivindicación de la autonomía municipal de San Carlos, perdida desde el año 1830.

La tesis sustentada se puede sintetizar así:
La situación jurídica de la Villa de San Carlos, fundada por Pedro de Cevallos, fue la de localidad autónoma  con gobierno propio. No reconoció otra autoridad superior dentro de la jerarquía de las normas jurídicas, que la autoridad del Gobernador de Buenos Aires primero, y, después, la del Virrey del Río de la Plata. En consecuencia, tuvo su jurisdicción territorial. Su problema fundamental consistió en defender la independencia de sus órganos de gobierno y administración frente a la Ciudad y Puerto de Maldonado que pretendía ejercer la hegemonía regional.
Sus autoridades tuvieron competencia judicial en materia civil y penal, y en lo militar solo reconocieron vinculación con Maldonado en situaciones de guerra. Desde el punto de vista eclesiástico su Parroquia fue independiente desde 1775 y su jurisdicción se estableció en 1780.
Adquirió preponderancia económica por sus industrias agropecuarias y haberse constituido en el principal centro comercial de la región.
En el aspecto municipal mantuvo su autonomía. Se acordó la creación de su Cabildo despachado en el siglo XVIII. Se realizaron elecciones, etc. etc. pero no llego a funcionar. Sus primeros órganos de autoridad fueron los Comandantes, que se denominaron Políticos y de Justicia (además de Militar), Alcaldes de la Santa Hermandad, Alcaldes Ordinarios, etc.
La primera Constitución uruguaya del año 1830, al organizar administrativamente el país en departamentos (art. 1º; art. 17, inc. 9; Sección X; etc.) subordinó la Villa de San Carlos y anuló los logros autonómicos de su Municipio tan ardorosamente defendidos por sus habitantes.



Gobierno Político-Administrativo


El gobernador del Río de la Plata, y luego Virrey de Buenos Aires, don Pedro de Cevallos, resolvió, sobre el terreno, en 1763, elevar a la categoría de “Villa” y darle el nombre de San Carlos a un puesto de Guardia que allí existía. (1)
Esta decisión de Cevallos hay que considerarla en sus aspectos de orden político, administrativo, militar, económico, eclesiástico, etc. Su presencia en el lugar, con motivo de la campaña militar al Río Grande, determina si no la rectificación de la fundación, sobre la costa, hecha anteriormente por su subordinado José Joaquín de Viana, por lo menos corrige y la completa. Proporcionaba así al puerto de Maldonado su correspondiente población de tierra adentro y se ajustaba con ello a la política colonial de España sobre el Pacífico. Los puertos no constituyen la ciudad o centro poblado principal sino que éstos están a cierta distancia (2) Cevallos en sus instrucciones del 11 de octubre de 1763, al referirse a Maldonado lo llama “Puerto” lo que corrobora esta afirmación. Sin perjuicio de llamársele también en otra ocasión “Puesto”.
Esta fue la primera población en nuestro territorio oriental que se fundaba alejada de las márgenes del mar o río navegable.
El título de “Villa” que le otorgó Cevallos tenía un alcance preciso desde el punto de vista del derecho. El Titulo VII del Libro III de las Leyes de Indias, cuyo epígrafe es: “Que habiendo elegido sitio el Gobernador declare si ha de ser Ciudad , Villa o Lugar  y así forme la República”. En la Ordenanza 43 de Felipe II se dice: “Elegida la Tierra, Provincia y Lugar  en que se ha de hacer la nueva población y averiguada la comodidad y aprovechamiento, que pueda haber, el Gobernador en cuyo distrito estuviere o confinare, declare el Pueblo si ha de ser Ciudad, Villa o Lugar, y se conforme a lo que declarare se forme el Concejo, República y Oficiales de ella,  de forma que si hubiere de ser Ciudad Metropolitana, tenga un Juez, etc. etc. para las Villas Alcalde Ordinario; cuatro regidores; un Alguacil; un Escribano de Consejo, y público; y un Mayordomo”. (3)
Sería demasiado extenso para aquí analizar las competencias de cada uno de los funcionarios que correspondían a la Villa, pero del conjunto se infiere que, con excepción de lo militar, en todo lo  demás tenían amplia autonomía y que desde el punto de vista del gobierno político propiamente dicho, como a los efectos del contralor, su vinculación era con el Gobierno de Buenos Aires, en forma directa.
Hay otro detalle de importancia: desde su fundación se le atribuye a San Carlos una considerable extensión de campo con el carácter de “Propios” (4), campo que todavía conserva el Municipio de aquella localidad y que se conoce con el nombre de “La Alameda”. Al atribuírsele ese bien inmueble se cumplía desde su fundación con lo prescripto también en las Leyes de Indias (5)
En consecuencia, conforme a la declaración de “Villa”, de acuerdo a la legislación vigente entonces y conforme a la opinión de los antiguos tratadistas del derecho español (6) le correspondía a San Carlos, desde ese momento, entre otros, los siguientes privilegios: jurisdicción separada de la ciudad, cuerpo de justicia y regidores que gobiernan la Villa, etc.
En cuanto a que la categoría de “Villa” le fue otorgada simultáneamente con su fundación no cabe duda alguna, porque el mismo Cevallos le da esa denominación en una carta fechada el 11 de octubre de 1763 (7) y también le llama “Villa” su primer Comandante don Fernando de Cossio en varios documentos (8)
Se verá más adelante, al estudiar a los Comandantes, como dentro de las competencias, que las autoridades que existieron en San Carlos dieron en llamar “políticas”, se comprendía la administración municipal.

Jurisdicción Territorial de San Carlos


Cevallos había sido, en España, Procurador del Consejo de Santibáñez y Carrejo, Alcalde y Regidor de la Villa de Zarza (9),  lo que, agregado a su reconocida ilustración, hace indiscutible que fue un representante de la Corona de España que tenía conocimiento   preciso y conciencia plena del alcance de  sus resoluciones y de sus actos.
Para sintetizar sus condiciones excepcionales como hombre de gobierno recordaremos que sobre su tumba en la Catedral de Córdoba se dijo que fue “el último resplandor de la gloria de España en América”. Sabía, pues, Cevallos que cuando fundaba una “Villa” no fundaba una dependencia administrativa  de otra población. Por consiguiente no la colocaba dentro de la jurisdicción territorial que hubiera correspondido a otra localidad, porque ese título tenía sus alcances precisos y determinados en los textos de la legislación vigente.
Una fundación en esas condiciones comportaba atribuir jurisdicción territorial propia.
A los fundamentos de orden jurídico que se han expuesto puede agregarse un antecedente histórico que corroboraba en forma terminante la tesis de la independencia de la Villa de San Carlos. Hernán Cortés fundó en 1519 la “Villa” de Vera Cruz y se consideró desde su fundación que no tenía otra autoridad superior que la del Rey y que su jurisdicción era totalmente distinta e independiente, desde ese momento, con respecto a la Gobernación de Cuba que era, por lo demás, la situación a que aspiraba Hernán Cortés y para eso le adjudicó el título o categoría de “Villa”.
A todo esto debe agregarse que la Corte tenía su asiento en la “Villa” de Madrid, título que conserva aún en la Capital de España.
Pero a pesar de que en esta forma el ilustre Cevallos consagraba con base jurídica y antecedentes históricos la autonomía para San Carlos, y a pesar de todas las precauciones del fundador, desde la fundación misma quedó instaurado un litigio con los vecinos del Puerto, cuya instancia fina está por resolverse todavía, a pesar de ser casi dos veces secular.
La lucha se plantea entre un noble afán de mantenimiento de sus fueros locales que consagran la libertad y, por otra parte, la pretendida hegemonía de sus vecinos de la costa, ejercida por medio de un centralismo administrativo que constituye  ya entonces, una negación jurídica desde su origen como se acaba de demostrar.
Se ha evidenciado que, jurídicamente, el territorio de San Carlos no era el territorio de Maldonado. A nadie se le ocurría que San Carlos fuera una Villa “enclavada”, ni aún a los vecinos del “Puerto” que sentían nacer sus prepotencias. El problema surge con respecto a los límites de las respectivas jurisdicciones territoriales. El absolutismo borbónico empezaba a tener su influencia, también en América. Y aquel absolutismo se ejerció en el sentido de la centralización de las funciones políticas y administrativas y de la unificación del derecho, principalmente el público (10). 
Pocos años después Maldonado entraba en un período de decadencia, especialmente en los aspectos económicos y edilicio, y vio que su recurso era afiliarse a la tesis borbónica y aspirar a convertirse en el centro rector de la región, económicamente poderosa, pero fuera de su jurisdicción.
Todo esto ocurre apenas transcurridos trece años de la fundación de San Carlos, pues sus habitantes, ni corto ni perezosos, inician las gestiones, ante la autoridad competente de Buenos Aires, para instalar su Cabildo propio de acuerdo con las Leyes de Indias que regían en esta materia. San Carlos tuvo la desgracia, en ese momento de su historia, que se ausentara de América y falleciera en España don Pedro de Cevallos.
No le niegan todavía abiertamente  la jurisdicción a San Carlos sino que se quejan de que “pasaron los Comandantes de la población de San Carlos a apropiarse de casi toda la jurisdicción dejándonos metidos en los dos arroyos de Maldonado Grande y Mataojo”. Pero poco más adelante ya asoma la pretensión hegemónica pues se habla de “el comandante subalterno de la Villa de San Carlos” (11).
El Virrey pide al Comandante de San Carlos que “informe Vm. lo que se ofreciese  y pareciese” sobre la extensión de la jurisdicción.”
La chispa de este conflicto se había encendido en 1780 con motivo de la división de las jurisdicciones eclesiásticas como lo veremos adelante al tratar este tema en particular.
Sobre los pormenores de esta incidencia de las jurisdicciones, durante el año 1790, nos remitimos a la representación a exposición de Manuel Serrano del 3 de noviembre de 1790 que se inserta al final de este trabajo. El comandante Serrano establecía en el referido documento, con carácter oficial, la jurisdicción territorial de San Carlos y las competencias a su cargo, en forma pormenorizada .
Al terminar el siglo XVIII pareció quedar resuelto el problema por resolución del Virrey de fecha 4 de octubre de 1790 y comunicada el 22 de enero de 1800. con ella se quería conservar “los vínculos de la Paz y la buena armonía”, etc. (12).
Los hechos posteriores demostraron que la resolución del Virrey no tuvo más realidad que en el papel.



Competencias judiciales (civil y penal)

El procedimiento judicial, por lo menos en primera instancia tanto en materia civil como penal, era ejercido por la autoridad radicada en San Carlos, con autonomía respecto a la autoridad de Maldonado. No existía, pues, tampoco en este respecto ningún jerárquico que determinara la subordinación de la “Villa”.
¿Era el Comandante el órgano competente para ejercer las funciones judiciales? Lo que hubo en realidad fue que mientras no existieron Alcaldes, Cabildos, etc., el órgano que sumió las funciones judiciales y administrativas fue el Comandante que dio en llamarse Militar, Político, y de Justicia. Este problema lo veremos al tratar de los órganos de gobierno y administración local.
Lo mismo ocurría en Maldonado y en los pueblos en general en los que el Comandante sustituía en carácter provisional, a los órganos de administración que todavía no se habían instalado. El hecho es que en San Carlos se iniciaron y sustanciaron en primera instancia varios litigios y los que fueron objeto de apelación, ésta se instauró ante las autoridades de Buenos Aires generalmente y, en algunos casos, ante las de Montevideo pero jamás ante las de Maldonado. (13).
El 26 de octubre de 1763 Francisco Pérez de Zossa plantea una reclamación con motivo del señalamiento de terrenos para construir las casas, etc.; un expediente sobre aprehensión de dos fugitivos  en la Sierra; expediente sobre desertores portugueses procedentes de Río Grande; demanda de Juan Calvette contra Féliz Fernández; ídem. De Antonio Pachon contra Juan Pedro Aguirre; asunto por desavenencias entre Antonio Castillo y su esposa con una cantidad de incidencias pintorescas; ídem con el que se forma un expediente que tiene todas las características de un “divorcio”, en el que Ambrosio Rodríguez  (de quien se ocupa don Manuel Serrano en su acta o representación de 1790) separado de su mujer plantea el problema  de los hijos, etc.; otro expediente sobre “Vagos y malentretenidos”; expediente sobre posesión de terrenos planteado   por Francisco Blanco; un proceso contra un esclavo por un delito de violación; ídem seguido por un hurto; procedimiento de embargo y desembargo de las Primicias al Padre D. Silverio Pérez de la Rosa; juicio de separación de Diego Tejedor de su esposa; etc. Etc. (14).  Estos expedientes judiciales y muchos más demuestran, sin excepción, que la autoridad que actuaba en San Carlos con iguales títulos y competencia y la misma jerarquía que la de Maldonado lo hacían con absoluta independencia respecto de aquella autoridad (15).  Así también   ocurre en una serie de expedientes, en los que se confunde lo contencioso-administrativo con lo contenciosos- civil, sobre el retiro de las familias portuguesas que estaban “concentradas” en San Carlos desde su fundación(16).  Los detenidos eran remitidos algunas veces a Montevideo y otras, muy pocas, a la Isla de Gorriti, por no haber en San Carlos local adecuado que asegurara su detención. Es de imaginarse lo que haría las veces de cárcel en aquella población.
En materia de procedimiento penal se plantea un asunto que adquiere inusitada trascendencia. Un tal Sequeira es convicto y confeso de un delito tremendo que, seguramente, conmovió a todo la región. El hecho delictuoso fue cometido en José Ignacio. San Calos por su órgano “de justicia” comienza a realizar las actuaciones.
Maldonado reclama competencia en el asunto; pero San Carlos jmás renuncia a los fueros ni a las competencias que le corresponden (17).



La situación en lo militar


El “puesto de seguridad” que existía con anterioridad en el lugar que se fundó San Carlos dependía, naturalmente, de las autoridades militares radicadas en el Puerto (Maldonado), pero desde que en 1763 Fernando de Cossio asumió el cardo de Comandante de la “Villa” la situación cambió fundamentalmente.
El 9 de diciembre de 1763 Cossio dirigía directamente a Cevallos y le daba cuenta de los efectivos militares que había en San Carlos.
Algunos años más tarde el Comandante Militar se queja, en 1779, porquue José Terradell “en continuación” de sus maquinaciones ha persuadido al Comandante de Maldonado quite de aquel Pueblo (San Carlos) 30 hombres de Tropa de Infantería, etc.” (18). Y en comunicación dice “... no haberlo practicado por lo necesario que son estos individuos...”
Posteriormente, en l época de Serrano, se replantea el conflicto en el orden lilitar y Serrano para puntualizar la situación expresa que ya no dependían los efectivos militares de San Carlos de los de Maldonado y que estarían al servicio del Rey en caso de guerra y por orden o solicitud del Ministero de la Real Hacienda. El mismo Serrano lo explica en la “representación” que se agrega en la parte final.
Un comandante de San Carlos, José Mexía y Carreto, solicita licencia para ausentarse por razones de salud y hace su solicitud directa ante las autoridades de Buenos Aires (19).
Hay una resolución del Virrey del 22 de setiembre de 1786 en la que se dispone que el Comandante de San Carlos debe estar a las inmediatas órdenes del Gobernador de Montevideo, pero sin perjuicio de pedir (a Buenos Aires) las que necesite, etc. (20).
Por todo lo que antecede se ve que San Carlos, ni aún en el orden militar, estuvo totalmente subordinado a Maldonado.
Hay un hecho que demuestra hasta que punto es exacto esto; en diciembre de 1794 tres militares de Maldonado van a pasear a la Villa de San Carlos, pero para hacerlo le piden autorización al Comandante de San Carlos. Una incidencia ocurrida da lugar a formación de un expediente de donde surge la autorización solicitada (21).
Se llega así al año 1806 (octubre-noviembre) y, mientras, Maldonado se rinde a los invasores ingleses, San Carlos resiste con tanta decisión que los rechaza y obliga a regresar a Maldonado. Nuestro pueblo no sólo obliga a replegarse a los ingleses, sino que, además, sus fuerzas locales al mando del Teniente Coronel José Moreno le pone sitio a la ciudad de Maldonado y allí quedan los invasores hasta el arribo de Auchumuty que determina su partida hacia Montevideo (febrero de 1807).
Presumiblemente eran más poderosas las fuerzas militares y mayor la decisión de los habitantes de San Carlos ya que realizaron lo que Maldonado estuvo tan lejos de hacer.



Jurisdicción Eclesiástica


La Parroquia de San Carlos fue erigida canónicamente el 28 de Julio de 1775, por Monseñor Juan Baltasar Maciel, Vicario General y gobernador del Obispado de Buenos Aires por mandato del Imo. y Rmo. Sr. Mñor. D. Manuel Antonio de la Torre (22).
Aunque ya en 1763 el Vicario General de Buenos Aires le había concedido “todas las facultades que corresponde a un Párroco” al Padre Villaverde (23) destinado a ejercer el Sacerdocio en San Carlos, con la referida resolución de 1775 adquiría la misma categoría y jerarquía eclesiástica que la Iglesia de Maldonado.
En 1780 se definieron los lugares que eran jurisdicción de los Curatos de Maldonado y San Carlos (24).
Dentro de la jurisdicción eclesiástica de San Carlos queda comprendido, todo el territorio al Este del Arroyo Maldonado y, en consecuencia, todo lo que hoy es departamento de Rocha. Y tan así fue que el Obispo de Buenos Aires faculta al Cura, Vicario y Juez Eclesiástico de la Villa de San Carlos, Presbítero D. Manuel de Amenedo Montenegro, a cuya jurisdicción espiritual correspondía, para consagrar bajo la advocación de Nuestra Señora de los Remedios la Capilla provisional en el “partido de Rocha”, acto que se realizó el 23 de noviembre de 1794 (25).
Como se acaba de ver, en la resolución del Obispo de Buenos Aires, entre los títulos del Cura de San Carlos se incluye el de “Juez Eclesiástico”. Es en el año 1781 Vicente Tarufo, entonces Comandante de la Villa, y actuando como órgano de justicia, traba embargo sobre las “Primicias” del Cura D. Silverio Pérez de la Rosa.
Este plantea de inmediato una excepción y le niega competencia en la materia por tratarse de “Bienes Eclesiásticos”. Prospera la tesis del Padre Pérez de la Rosa y el Comandante Tarufo procede al levantamiento del embargo de pas “Primicias” (26).
Este episodio tiene interés porque no se pone en discusión la jurisdicción del Comandante de la Villa, hay más, surge un reconocimiento tácito de sus facultades en asuntos de otra índole del punto de vista jurídico. La apelación del Padre Pérez de la Rosa se plantea, sustancia y resuelve en Buenos Aires. La excepción es sólo en razón de la materia que corresponde a otra rama del derecho y en la que correspondía entender a jueces especiales, ajenos a la justicia ordinaria.
Maldonado plantea un conflicto enseguida de haberse establecido la división de los territorios correspondientes, a las jurisdicciones eclesiásticas de San Carlos y Maldonado. Era la única hegemonía que, desde la fundación en 1763, había detentado sobre San Carlos y no se resignaba a perderla. Como se comprendieran en la jurisdicción  de San Carlos algunas chacras de la margen derecha del arroyo Maldonado, lugar conocido con el nombre de San Rafael, los vecionos de éstas solicitaron que se las incorporara a Maldonado, etc. (27).
Con el propósito de no extendernos demasiado nos limitaremos a hacer una consideración final. La religión era el común denominador de los habitantes porque dentro de ella estaban incluidos aún los portugueses “concentrados”. San Carlos en el año de su fundación demostró especial preocupación en este asunto. El primer Comandante Fernando de Cossio informa a Cevallos sobre las dimensiones de la primera Iglesia y sus posibilidades de ampliación, le remite inventario de sus existencias y solicita algunos objetos de significación. Pero quien interpreta la trascendencia de todo este asunto y procede con un admirable sentido de previsión es el Padre Manuel de Amenedo Montenegro. Si los conquistadores españoles en Ecuador, Méjico, Perú, etc. atribuyeron a la grandiosidad de sus templos una importancia considerable, de Amenedo Montenegro tuvo la intuición de que el porvenir espiritual y aún material de San Carlos podía impulsarse por el mismo medio.
Sobre lo que significó la construcción de la Iglesia se ha escrito mucho (28) lo que nos exime de entrar en detalles y sólo nos concentraremos a exponer las conclusiones que demuestran la independencia o autonomía frente a la Iglesia de Maldonado.
A los títulos que tenía de Amenedo Montenegro, que ponían de manifiesto la jerarquía de su cargo es de hacer notar que él, además, le llamaba en los actos y documentos solemnes Iglesia Matriz(29).                              
La construcción del edificio para la Iglesia, del que Amenedo pudo decir “que no hay otro igual en la campaña”(30) tanto preocupaba a los de Maldonado que envían denuncias anónimas contra el Padre Amenedo iniciador de la obra y a la que dedicaba todo sus afanes. Esos anónimos fueron remitidos algunos meses antes de que se celebraran las fiestas de la solemne elección de Patrono. Los anónimos perseguían disminuir la personalidad de Amenedo y su obra y, por ende, restar importancia a San Carlos y, si prosperaban, detener el progreso que significaba la obra ya tan adelantada (31). Se ordenaron, desde Buenos Aires, las respectivas investigaciones de los hechos denunciados en los anónimos de lo que nada resultó, a no ser la despreciable calumnia de su autor ao autores radicados en Maldonado.

El Fusilamiento de Páez y González