Monday, February 20, 2012

El ocio en la sociedad Carolina (1873-1930)


Martha Pereira de Cuadrado, con la colaboración de Andrés Rodríguez Mata y José Pedro Luzardo


Hay quienes sostienen que la historia de una "partícula social" ilustra la historia de toda una nación. Aunque no sea ésta una teoría muy convincente, porque una nación no es la yuxtaposición de partículas sociales, es innegable que conocer los pedazos nos habilita para conocer el conjunto. Más allá de que toda colectividad local vaya creando su propia historia a través de las iniciativas de sus actores sociales, los hechos históricos no son independientes sino que están íntimamente relacionados con el acontecer nacional.
La sociedad local es un sistema de acción, en un territorio deter­minado, donde actúan individuos y grupos con capacidad real de ini­ciativa. Esta iniciativa produce o genera efectos de desarrollo, de for­ma que diversas iniciativas debidamente articuladas arriban a la con­creción de instituciones. La sociedad Carolina es generadora, como todo grupo humano, de una acumulación cultural, de sistemas de normas y valores que son la base de la identidad colectiva. La iden­tidad de los carolinos se ha afianzado en la superación de las dificul­tades, en las conquistas obtenidas, en el enfrentamiento de los distin­tos desafíos. A su vez, las sociedades locales necesitan estructurar y reconstruir su pasado. En esa dirección, lashistoriografías locales revelan conocimientos de la vida cotidiana que nos dan una mayor aproximación a la realidad humana. Conocer los orígenes de una sociedad local permite establecer nuevos diálogos con su pasado.
Hemos seleccionado un campo de investigación donde tiene ca­bida la memoria histórica de la colectividad local. El objeto de estudio abarca las distintas actividades realizadas por la sociedad Carolina durante su tiempo de ocio, en el período comprendido entre 1873 y 1930. Entendemos por ocio "el entretenimiento u ocupación reposa­da, en especial las obras de ingenio formadas en los ratos que dejan libres las ocupaciones principales" La delimitación temporal estable­cida tiene como punto de partida la creación de los clubes sociales. Si bien se aborda el ocio privado, el eje fundamental de este trabajo es el ocio institucionalizado. Entendemos que el disciplinamiento del ocio marcó una nueva "sensibilidad", el afianzamiento de sentimientos, conductas y valores diferentes. Nos situamos en el momento de con­solidación del Uruguay moderno, con una revaloración del campo y con la aplicación de los adelantos técnicos de la primera revolución industrial, como las máquinas a vapor y el ferrocarril. Nos enfrenta­mos también a una sociedad más claramente estratificada, donde se aprecian aún más las diferencias entre las clases sociales. El año 1930, por su parte, marcó un corte en la vida Carolina: la adquisición de la categoría de "ciudad" otorgó a la hasta entonces Villa de San Carlos un sitial de importancia a nivel departamental y nacional.
Pensamos que la relación de un pueblo con su tiempo libre pauta su nivel cultural, sus intereses, su creatividad lúdica, sus tradiciones. En este trabajo trataremos de apreciar lasensibilidad del pueblo carolino, la distribución de su tiempo libre, tanto en el medio urbano como en el rural, la diferenciación de las clases sociales, así como la jerarquización de las opciones. Estudiaremos el pasaje del ocio priva­do a otro más público o institucionalizado, como respuesta a la reali­dad de crecimiento de la sociedad, especialmente la urbana. Durantela época aquí abordada, se pasó de un ámbito familiar y afectivo a otro más amplio, donde se reglamentaba y pautaba el comportamien­to humano.

El ocio privado

Las prácticas de diversión más usuales durante la época de fun­dación de San Carlos fueron los bailes que se realizaban en casas de familia, las tertulias y las reuniones. El núcleo primario de habitantes estaba formado por pobladores de las Islas Azores y por colonos es­pañoles contratados, cuyo destino inicial había sido la Patagonia. Los referidos esparcimientos eran permitidos por el juez eclesiástico don Manuel de Amenedo Montenegro, rector de los destinos de este pueblo durante cuarenta y ocho años. Este cura prestaba un salón anexo a la Parroquia para que se realizaran los bailes llamados "fandangos", que eran una de las diversiones preferidas de los pobladores.
Los bailes constituyeron un evento indiscutido de reunión, que creaba cierta expectativa sobre todo en los más jóvenes. La ausencia de centros sociales o clubes hacía que aquellos se efectuaran en casas de familias debidamente acondicionadas. La sala se arreglaba con es­pejos y varias lámparas que permitían una buena iluminación, donde los asistentes pudieran apreciar los detalles de las vestimentas, así como los arreglos personales. Una comisión de recepción, prevista de ante­mano para tales menesteres, se ubicaba en la puerta de entrada para brindar honores a los recién llegados.5 Inicialmente, los instrumen­tos musicales más utilizados fueron el arpa, la guitarra y el clave. Durante el período romántico, el piano ocupó un lugar destacado. Dentro de las danzas más acostumbradas a mediados del siglo pasa­do, puede nombrarse las mazurcas, polcas, valses, chotis, cuadrillas, lanceros, pericón nacional y alguno que otro minué donde se lucían los más viejos. Los lanceros y las cuadrillas eran bailes gentiles que permitían tanto a hombres como a mujeres lucir, en la ceremonia de los saludos, de las visitas y los paseos, toda la gracia y el donaire de los que eran capaces.

Un baile recordado

Un baile memorable, al cual no podemos dejar hacer referencia, fue el realizado en la casa del coronel Leonardo Olivera con motivo de la visita a la Villa del presidente de la República Juan Francisco Giró en compañía del general Juan Antonio Lavalleja. La presencia del presidente y su comitiva respondía a la voluntad de conocer per­sonalmente las necesidades del país, comprobando una gran ausencia de trabajo agrícola y una importante disminución del ganado.
El baile se realizó en noviembre de 1852, estando Lavalleja y Giró hospedados en la casa de Olivera, amigo personal de ambos y ex jefe de División del ejército vencedor en Ituzaingó. La casa de Leonardo Olivera estaba ubicada en la acera este, con frente a la Plaza Principal (hoy Plaza Artigas), y en ella se reunieron las familias principales del departamento, políticos y amigos personales. La noticia de que se iba a realizar un gran baile trascendió por todo el pueblo, despertando curiosidad en sus habitantes, de forma que los que no estaban invita­dos se ubicaron en la plaza para no perderse ningún detalle.
A la entrada del zaguán que dividía en dos la casa, un grupo de jóvenes atendía a las familias que iban llegando. Más adentro, en el patio, debajo de un toldo adornado con plantas y escaños se encon­traba la guardia presidencial. Al lado de la sala de la derecha se había ambientado un pequeño salón destinado a Giró y Lavalleja, pudien-do desde allí presenciar la fiesta cómodamente. Poco después de las diez de la noche se dio por iniciado el baile, con la presencia del pri­mer magistrado y su comitiva, quienes fueron recibidos con una salva de aplausos. Luego de pasar revista al ejército, los visitantes tomaron ubicación en la salita que se les había destinado. El Himno Nacional precedió a la primera danza y fue escuchado de pie por toda la con­currencia.
El cronista Antonio Moreno Alvariza recibió toda esta informa­ción a través de su madre, que asistió a la fiesta acompañada por su madrina Doña Mariquita Cal de Gabirondo. La señora Alvariza de Moreno describió así al general Lavalleja: "Era de estatura regular, más bien bajo, delgado, larga cabellera, patillas a la española, mirada viva, conversador, amable, sonriente y hasta bromista. Su trato era de una sencillez encantadora; en el baile de Olivera estrechó las manos de to­das las personas que le fueron presentadas y para todas tuvo una fraseocurrente y delicada; en toda la noche no se le vio plegar los labios, por los que salían a torrentes las palabras y una risa franca y sonora, acti­tud ésta que contrastaba con el Presidente Giró, serio y parco en su conversación''.

Entretenimientos familiares

Antes de la aparición de los centros sociales, las familias carecían de lugares apropiados para reunirse por la noche. En distintas casas particulares se realizaban tertulias, que en su mayoría eran exclusivas para hombres. El doctor Jaime Garau era muy afecto a las tertulias, las cuales tenían lugar en su domicilio, en la calle de los Treinta y Tres y Valle del Aiguá, donde se llevaban a cabo sesiones de hipnotismo.
El historiador José Pedro Barran refiere a "barbarie" y "disciplinamiento" como dos períodos diferentes, apreciando en el primero una mayor convivencia entre los sexos que en la etapa posterior, más regimentada. Dentro del ámbito del ocio privado en la sociedad Carolina se aprecian espacios bien delimitados para el hombre y para la mujer. Las señoras no asistían a esas tertulias, pero disfrutaban del "rito de las visitas". Por lo general, aquellos hogares que ocupaban un status social importante disponían de una sala que daba una ima­gen acabada de la solvencia y hospitalidad de sus dueños. Con una "periodicidad aceptada", las familias intercambiaban visitas, especial­mente en las primeras horas de la noche.
Estas visitas estaban sujetas a una reciprocidad que era como una ley escrita. Han quedado hasta nuestros días formas expresivas tales como "no me pagó la visita" o "me debe la visita". Dichas reuniones eran amenas e informativas. En ella se intercambiaban obsequios, se consolidaban noviazgos y en muchos casos se concertaban negocios. Frecuentemente, como las noticias eran escasas, se caía en un silencio pesado y largo del cual era difícil salir. En esos momentos, la dueña de casa hábil aprovechaba la oportunidad para servir algún guindado de procedencia casera.
Recordando esas ocasiones del ocio en privado, el periodista Andrés Mata dice en una de sus vivencias:
"Ay! qué lejos mi feliz infancia Repleta de relatos y de historias, De costumbres de los viejos tiempos De visitas en la sala y de tertulias. La rueda ritual del mate dulce, La negrita chancleteando en la cocina el cuento susurrado con recelo Del desliz de la chica pueblerina".^

El ocio institucionalizado

La estructura tradicional del país criollo, sus formas de vida y sus sistemas de valores característicos se vieron modificados por la influencia de los grupos inmigrantes. Hacia 1860, la "modernización" del Uruguay se afianzaba, no como resultado de un proceso desarro­llado en su propio seno, sino como parte de la realidad de América Latina, originada en centros dedinamización europeos. Surgió así una sociedad más estratificada, donde las clases sociales estaban bien diferenciadas. En las sociedades locales —cuyos integrantes tenían en general un mismo origen— el poder económico era el factor determi­nante de la estratificación. Era evidente que la clase dirigente necesi­taba reglamentar las conductas sociales de los distintos grupos e ins­titucionalizar el ocio. Así, se tornó imprescindible la creación de centros sociales, formadores de "buenos hábitos", según el concepto de la época.

Formación de los centros sociales

A medida que se consolidaba la sociedad Carolina, se iban crean­do distintos centros sociales que pasaron a ser la sede de las reunio­nes. Cronistas de la época manifestaban que la ausencia de centros sociales conspiraba contra el espíritu de sociabilidad, desde el momen­to en que las familias no se reunían y la juventud perdía los "buenos hábitos" adquiridos, por falta de práctica. De esta forma se evidencia la importancia que se otorgaba a las instituciones como formadoras de hábitos y costumbres, en lo que a sociabilidad respecta.
El 26 de junio de 1873 se trató de dotar a San Carlos del primer centro social. Se fijó como capital de esta sociedad seis mil pesos en doscientas cuarenta acciones de veinticinco pesos cada una. Se ocupó para tales fines la casa y solares anexos que vendieron los herederos de don Vicente Cal. Éste había obtenido esos terrenos por concesión realizada por la Junta Económico Administrativa de Maldonado en 1855. Después de aprobados sus estatutos, quedó constituida la So­ciedad Progreso Carolino. El promotor o gestor de la idea fue OlindoAntonelli, oriundo de Italia, quien al casarse con una Carolina esta­bleció aquí su hogar. Antonelli formaba parte de los grupos inmigra­torios que llegaron a San Carlos y aportaron a esta sociedad local nuevas iniciativas de desarrollo.
La Sociedad contaba con un teatro, que comprendía un vasto salón techado de tejas, con cielorraso de madera y con dos grandes puertas en su peristilo. En el fondo había un modesto escenario al cual se as­cendía mediante unos pocos peldaños, y a ambos lados del proscenio estaban los dos camarines. Siendo muy escasas las compañías teatra­les que venían durante los inicios de este centro, se las reemplazaba por grupos de aficionados carolinos. En esta primera época no era "bien mirado" que las jóvenes actuaran sin ser artistas, de forma que la presencia femenina era sustituida por muchachos que se vestían y maquillaban para tales efectos.
El 12 de diciembre de 1875, un carolino residente en Maldona­do publicó en el diario El Departamento un suelto renegando de sus coterráneos porque no habían invitado a los fernandinos para una acti­vidad teatral realizada en la Sociedad Progreso Carolino.

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